sábado, 24 de mayo de 2008

Sinatra

Sinatra.

Me imagino la escena, en la habitación del Palace de Madrid. Un Sinatra celoso, enganchado hasta las trancas, el teléfono, Ava y la sombra de Mario Cabré. Que ahora dicen que si Dominguín era mucho Dominguín, pero Ava era mucha Ava, y el que hacía saltar el pulso a la gran, la más, Ava, fue Mario Cabré. Que luego está lo de Tossa de Mar, Siantra y Ava, peleándose en la playa, esos Jack Daniels de más o de menos a la orilla del mar, cojo un avión y me planto allí, que a esta se le ha ido la cabeza con tanto torero y tanto vinito español, y allí que se plantó el tío, que me lo imagino a la salida del aeropuerto diciéndole a un taxista con gorra, disfrazado de general, To Tossa beach, please. Prego signore.

Pero estábamos en el Palace. Habitación 402 (por porner un número). Buenas tardes, doña Ava, una llamada desde Chicago, o Las Vegas, o por ahí. Le paso al señor Sinatra.

Parece que Sinatra, muerto de envidia, le hizo un concierto por teléfono a Ava; le cantó todo lo cantable y lo que no, y no se qué pasaría después. Ava se iría a Chicote, que le pillaba cerca y allí tenía amigos, la ginebra, los reporteros, así. Sinatra iría a echarle un duro a la máquina y a contarle sus penas a algún camarero de allí, Las Vegas, Chicago, que, seguro, secaría los vasos con cara de póquer, como diciendo "otro más".

No se trata de su mejor interpretación -hay una en París que me gusta mucho más, pero esto es lo que encuentro por aquí-, pero en mi opinión, es su mejor canción.

La Voz. Nuestra voz.