martes, 26 de agosto de 2008

A vueltas con la crisis


Cuando Antonio Naranjo me prestó en una lejana Navidad de mi tardía infancia o primera aolescencia las Crónicas Marcianas coincidió que mi primo me grabo en una cinta de casete un disco de Mike Oldfield. De hecho, me grabó dos, uno por cada cara, en la primera el Crises y en la otra, el Platinium. Curiosamente me los grabó en una cinta de cromo, que eran las fetén, como si dijéramos, sólo reservadas para los discos buenos. Las normales, si las pasas mucho, se cascan enseguida, decía el mito. Creo que por ahí andan todavía.
La cuestión es que en aquellas vacaciones de hace ya tanto, anduve leyéndome las Crónicas a la vez aue escuchaba el Crises. Y el resultado es que se mezclaron tanto que cuando hablo del uno, oigo el otro, lo releo, lo reescucho, siempre pienso en el otro. Me acuerdo también de Antonio, de mi primo, de la tarde de fin de trimestre cuando me dijo, te lo dejo, ya me lo devolverás a la vuelta de vacaciones y el aparato de la música que con trastos viejos se había hecho mi primo y donde copiaba como loco lo que le caía entre sus manos.

Ese año no le vi, creo, porque no vino, pero al siguiente, o al otro, no me acuerdo, vino de gira. Fue mi primer concierto en mayúsculas, o sea, de una estrella, cosa rocanrolera o más bien moderna, ya nos entendemos. Mike Oldfield tocó, entre muchas otras, esta canción y a mi se me cayó la baba. Para entonces, ya me había comprado mi propio elemplar de Crónicas Marcianas.
Desde entonces, lo he escuchado muchísimas veces. Desde entonces, lo he releído más de diez veces. Unas cuantas más.
Creo que por aquí abajo, si la técnica lo permite, hay un botoncito para escuchar esta fantástica canción. Os sugeriría que la escucháseis leyendo las Crónicas.